Cuando hace 3 años estábamos preparando “la gran aventura”, además de buscar ONGDs que trabajaran con personas, también buscamos voluntariados con animales. Queríamos probar la experiencia de hacer turismo responsable con animales y aportar algo.
Enseguida apareció el jugoso Templo del Tigre en Tailandia. Y las miles de fotos que corren por la red de gente tocando, acostada y abrazando a un tigre.
Turismo responsable
A las personas que nos apasionan los animales nos encanta acercarnos a ellos. Cuanto más cerca, mejor. Cuidar de tigres sonaba como un sueño cumplido. Y nos pareció un sitio estupendo donde pasar algún tiempo aunque había algo que nos mosqueaba.
Ya de inicio, el hecho de que animales salvajes de 300 kilos se comporten como adorables mascotas suena extraño. Pero bueno, me dije, es un centro de rehabilitación. Y de alguna forma, los monjes han conseguido establecer unos vínculos con estos animales que les hacen vivir con una paz y una tranquilidad que comparten con la gente que visita el Templo.
Como hoy en día tenemos la suerte de vivir en la era de la información y todo está a nuestro alcance, comencé a investigar por la red si esta actividad tan altruista era o no trigo limpio. Y claro, encontré distintos testimonios de personas que habían trabajado allí y que incluso mostraban vídeos donde no quedaba género de dudas de que aquello no era más que otro negocio.
Los animales vivían en unas condiciones lamentables bajo los efectos de las drogas (y a saber qué más).
Obviamente descartamos directamente este voluntariado.
Tener una foto con un tigre, un elefante o cualquier otro animal salvaje mola.
Da un contenido especial a tu muro de Facebook. Y es un vacile cuando lo compartes en el curro. Pero de vez en cuando, no estaría mal ser conscientes de que nuestra actuación genera esclavitud, maltrato, abuso y explotación.
Y es así, suena tan duro como es en realidad. Pero no te sientas mal. Piensa que de todo se puede aprender y rectificar es de sabias.
Nosotras también fuimos viajeras irresponsables
Sería muy cínico por mi parte continuar este artículo sin contar nuestras experiencias y cómo nos convertimos en viajeras responsables.
Personalmente siempre me ha encantado el mundo animal. De hecho quería ser veterinaria y estudié 2 años de biología.
Siempre que viajaba, intentaba acercarme a la fauna de la zona pero no lo hacía de forma responsable. Yo creía que cuanto más cerca pudiera estar de un animal, mejor. Visitaba zoos, paseaba en camello… No era capaz de ver el problema.
Incluso una vez hubo un accidente.
Tenía yo como 10 años y fui con mi familia al zoo de Madrid. El foso de las jirafas estaba rodeado por un muro y delante del muro había un pequeño jardín de césped separado del camino por una pequeña vallita (de unos 40 centímetros de alta).
Yo que nunca he sido miedosa, agarré un cacahuete. Salté la pequeña valla. Y me fui al muro a hacer lo que todo el mundo estaba haciendo: dar cacahuetes a las jirafas.
Mientras tanto, mi familia seguía en el camino, cámara en mano, esperando a sacarme una foto para inmortalizar ese «maravilloso» momento.
El primer cacahuete se lo comió. Y entonces yo me puse a su lado posando para la foto cuando con su cabeza me dio tal golpe que me levantó por los aires y me lanzó un par de metros.
Desde entonces se la tengo jurada a las jirafas.
Pero ¿qué pasó, qué salió mal? TODO.
Y ahora, después de haberme ido informando, formando y construido una opinión más responsable lo entiendo perfectamente.
Los animales salvajes son salvajes y siempre lo serán. Por mucho que les «domestiquen» sus instintos están ahí. Y además, encerrados en un zoo, fuera de su entorno natural, éstos instintos están desequilibrados.
Actualmente me avergüenzo profundamente de las cosas que he hecho por mi propio egoísmo. Pero también me alegro de haber aprendido. Y es que siempre hay oportunidad de convertirse en mejor persona. Seguro que aún me queda mucho por hacer.
Cómo hacer turismo responsable
Recuerdo uno de nuestros interminables trayectos en bus recorriendo Nepal.
En una de las paradas, una señora ofrecía la “oportunidad” de hacerse una foto con un mono.
En este caso la explotación y el maltrato eran obvios (y aún así hubo gente que se hizo la foto de marras). Pero el hecho de no ver directamente el maltrato no significa que no exista.
Y para muestra, cualquier espectáculo que usa animales salvajes. Por ejemplo, papagayos que colocan piezas en un tablero, un oso bailarín, los delfines del acuario, las orcas del zoo, los elefantes que se usan para pasear por la selva, los camellos que lo hacen por el desierto…
¿De verdad somos tan inocentes (o ignorantes) para pensar que esos comportamientos los han adquirido de formas, llamémoslas, no invasivas y pacíficas?
Obviamente no. Detrás de esas conductas hay muchos palos. Violencia extrema muchas veces.
Pero, y ¿si los animales no son obligados a realizar ningún tipo de exhibición? Es más, viven tan tranquilos en el zoo donde les dan de comer y controlar a la población. Incluso hacen estudios para mejorar la especie. ¿También es maltrato animal?
Bueno, pues es tan sencillo como que pensemos si es normal que un animal acostumbrado a moverse por una extensión inmensa como la sabana (por ejemplo), a hacer migraciones…. digamos, a vivir libremente, puede ser feliz o desarrollar sus comportamientos naturales encerrado en la zona de los leones o incluso en la jaula de las panteras.
Ni que decir tiene que han sido capturados y separados de sus madres, normalmente cuando eran cachorros (a veces con la vida de la madre como «daño colateral»). Y separados de su entorno en general.
Lo peor de todo esto es que solemos priorizar nuestras ganas de tener una foto o que nuestros hijos e hijas disfruten de los animales. Sin importarnos realmente qué les está ocurriendo o qué han tenido que vivir para que hoy “posen” delante nuestra.
Si no pagamos por estas cosas y dejamos de consumirlas irán desapareciendo (como ya está ocurriendo con los circos de animales, las corridas de toros, los acuarios y los zoos en muchas ciudades).
Seamos responsables y si de verdad les amamos, dejémosles ser libres.
Si queremos verlos, mejor en su hábitat y en libertad, que es una experiencia increíble (siempre de forma responsable, eso sí).
Consumo responsable
A estas alturas todo el mundo conoce el café Lawuak. Si no es por el nombre, seguro que por el hecho de ser uno de los cafés más caros del mundo. Y por el hecho además de que se elabora con las cacas de un animal, la civeta.
Este café lo inventaron en Indonesia las personas que trabajaban en las plantaciones de café cuando vieron que había heces de animales con el grano de café entero entre ellas.
Al no tener suficientes recursos económicos para gastarlos en comprar café, decidieron probar con estos granos. Los separaban de los deshechos descubriendo que su sabor era mucho mejor. Parece ser que la civeta come los que están más maduros y los ácidos de su estómago eliminan el amargor del café.
Con el tiempo, a alguna mente con ánimo de volverse la persona más original del mundo, decidió comercializarlo. Lo lanzó como un café exótico y un producto de alto standing partiendo de un precio muy elevado. Dicen que es el más caro del mundo, para “paladares y bolsillos exquisitos” llegando a los 900 eur el kilo.
Hasta aquí todo sería de lo más normal (obviando la procedencia del café) si no fuera porque el negocio ha llegado a un punto en el que para producir este café no vale con recolectar las cacas sueltas que las civetas libres van dejando por la selva. A día de hoy existen granjas de estos animales donde pasan sus días comiendo café y posteriormente cagándolo dentro de jaulas en las que apenas pueden moverse.
Me gusta pensar que la gente que consume este café (al igual que la gente que va a los zoos y demás espectáculos con animales) no es consciente de las barbaridades por las que tienen que pasar y en qué condiciones viven estos pobres animales. Como me pasaba a mí antes.
Hace poco comenté una foto de una pareja de travel bloggers que tomaban este café en Bali y les escribí: «pobres animales». Me contestaron diciendo que ellos nos sufren, que simplemente cagan el café y que no es doloroso.
Les volví a comentar que eso lo hacen en condiciones de esclavitud dentro de jaulas minúsculas y que eso les genera sufrimiento. Ya no se molestaron en contestarme. Pero yo me pregunto ¿a partir de ahora seguirán viajando de forma irresponsable creyendo que no lo es?
Con lo bonito y reconfortante que es poder disfrutar de los animales en libertad. Siendo felices.
Si antes de viajar tienes dudas sobre si el turismo que vas a hacer es responsable o no, te recomendamos que visites la página de FAADA.
2 comentarios sobre “Turismo responsable con animales”
Muy interesante el post! Estoy de acuerdo con todo, pero me quedé con las ganas de saber si alfinal hicisteis algun voluntariado con animales? y donde? Podrias decirme como o donde buscar…
Gracias de antemano!
Noemi Alcon (Vienna, Austria)
Hola Noemi,
Pues hasta el momento no hemos realizado ningún voluntariado con animales.
Lo importante es recabar información del voluntariado para asegurarse que es responsable con los animales. Tal y como ponemos en el artículo, existen organizaciones como la Fundación FAADA en la que puedes ver un mapa de turismo responsable donde te indican los principales problemas del país en cuanto a turismo responsable con animales se refiere y también un listado de organizaciones y proyectos recomendados. Entre esos proyectos puede que encuentres alguno que trabaje con voluntarios o que puedas hacer una visita durante tu viaje.
Gracias por tu comentario y un saludo.