28 de Febrero de 2.015, el sonido de una campana me produce un sobresalto. Un fuerte olor a pachuli se cuela por las rendijas de la ventana, aún es de noche.
Estoy en Nepal.
Son las 5 de la mañana y empieza el movimiento por las calles de Katmandú. Debajo de nuestra habitación, hinduístas realizan ofrendas en un árbol donde hay 3 pequeñas campanas.
Mientras va amaneciendo, analizo e interiorizo las vivencias tan extremas que vivimos el día anterior. Suenan las campanas.
Llegada
Al llegar al aeropuerto, fuimos a tramitar la visa de entrada. Queríamos la visa de 3 meses que nos costaba 100$ por persona y nos dimos cuenta que no llevábamos suficiente dinero!!
No pasa nada, pagamos con tarjeta.
Tarjeta 1… no funciona, tarjeta 2… no funciona, tarjeta de crédito… tampoco funciona. Y el funcionario se nos queda mirando sin decirnos ni una palabra. Ya sintiendo cómo la adrenalina empezaba a subirnos, le preguntamos qué podíamos hacer.
Muy fácil.
Salís del aeropuerto, buscáis un cajero, sacáis dinero y volvéis para acá. Mientras tanto yo me quedo con vuestros pasaportes.
Alucinando, y con la duda de si éramos objeto de una cámara oculta, saltándonos todos los controles, nos fuimos a la calle a buscar un cajero.
Al salir, cuatro o cinco nepalíes se nos arremolinaron para ofrecernos taxis y hoteles. Con nuestra cara mezcla de amabilidad, pre agobio y desconfianza, les dijimos que teníamos que solucionar un problema con los visados y que además ya teníamos hotel reservado.
Enseguida uno de los chicos nos ofreció prestarnos el dinero a cambio de alojarnos en su hotel. Les dijimos que no y nos acompañaron todos al cajero más cercano lo cual hizo que nuestra desconfianza aumentase aún más.
Intentamos sacar dinero pero no funcionaba así que fuimos a buscar otro cajero y otro más hasta que al final conseguimos las 20.000 NPR.
Primera lección
Tengo que decir que nos sorprendió muchísimo el comportamiento de los nepalíes y con muchísima vergüenza, nos dimos cuenta que no querían más que ayudarnos.
Primera lección asiática como una bofetada de esas que no te esperas (¡Zas! en toda la boca).
Finalmente pagamos nuestra visa, tras recoger la mochila de David que estaba tirada en medio del aeropuerto y tras cambiar las rupias a dólares porque rupias nepalíes no aceptan.
Aún con la adrenalina sin desaparecer de nuestro cuerpo nos enfrentamos a nuestro primer día en Asia.
Un shock al salir del aeropuerto con el caos del tráfico donde motos, coches, monos, cabras, gallinas, vacas y personas luchan por sobrevivir entre nubes de arena y contaminación.
Saput vino a recogernos al aeropuerto y nos llevó al hostal.
Es un hombre menudo de mirada amable pendiente en todo momento de que nos encontremos con la máxima comodidad en su país.
Por la noche fuimos a cenar a Thamel. Para llegar al conocido barrio de turistas, atravesamos un par de calles en las que los coches nos rozaban mientras cubríamos nuestras narices y bocas con un pañuelo para poder respirar.
La sensación de caos, la gente escupiendo y el fuerte olor de la ciudad me produjo un agobio considerable.
Espero que hoy, de día, mis ojos occidentales se adapten mejor a esta cultura. No se lo que me espera y me siento insegura ante esta nueva aventura.