El hinduismo es la religión viva más antigua del mundo (3.500 años de historia) y una de las más extendidas.
Basándose en la creencia de que los seres humanos provenimos de las partes del cuerpo del dios Brahma, se establecieron 4 tipos de castas principales en las que se diferenciaba a la población según sus oficios:
La casta más importante y más alta es la de los Brahmanes, antiguos sacerdotes que se supone salieron de la boca del dios.
Kshatriyas es la casta que corresponde a gente del gobierno y la política, que salieron de los hombros.
Vaishyas que salieron de las caderas y son las personas dedicadas al comercio y la artesanía.
Y Shudras que salieron de los pies y son las personas dedicadas al servicio y la clase obrera.
Dentro de cada casta principal, hay miles de castas menores y fuera de todas ellas se encuentran «las intocables, parias o Dalit«, aquel grupo de personas que no pertenece a ninguna casta y que formarían la casta más baja.
Al no pertenecer a ninguno de los 4 grupos principales (y por tanto no provenir de ninguna parte del dios Brahma), se les considera perros y son discriminadas y consideradas personas marginales hasta tal punto que el resto de lo hindúes intentaba no tener ningún tipo de contacto con ellas ni con sus sombras. Son objeto de asesinatos, linchamientos e incluso violaciones.
La creencia es que cada casta tiene su propio Dharma (deber moral) y no deben mezclarse entre ellas.
Si bien es cierto que las castas fueron prohibidas en Nepal con la constitución de 1.990, la realidad es que las castas superiores no quieren perder su hegemonía y poder y hacen lo posible por mantener este sistema.
En Pokhara convivimos con una familia de la casta Brahman (la casta superior) y nos estuvieron contando los numerosos rituales (o Pujas) que deben realizar por el hecho de pertenecer a la misma. Por ejemplo, los chicos tienen que hacer un ritual antes de casarse donde tienen que raparse la cabeza dejandose sólo un pequeño mechón.
Es cierto que poco a poco, las nuevas generaciones van evolucionando y van cambiando matices de la tradición. Los padres y madres, cada vez están más concienciados de la importancia de la felicidad en el matrimonio de sus hijos e hijas y las personas jóvenes poco a poco se ven menos envueltas en matrimonios concertados.
No obstante, parece que aún queda mucho camino por hacer para eliminar definitivamente este sistema tan injusto.