Recuerdo que en mi época pre adolescente le tenía pánico a la muerte. Pánico!
Tendría yo unos 12 años cuando cayó en mis manos el libro “Lo que se de mi” de Shirley Maclaine y a partir de ahí se empezó a generar dentro de mi cabeza un mundo dominado por un profundo terror hacia la muerte, las posibles reencarnaciones y la pérdida de consciencia del propio Yo en ellas. Pasaba los días analizando, e intentando comprender, cómo era posible que tras la muerte nos reencarnáramos en otras vidas siendo otras personas rodeadas de tu misma familia y amistades de siempre pero sin reconocer a nadie, ni siquiera a ti misma.
Las hormonas llegaron con la adolescencia y obviamente ese mundo quedó disuelto y enterrado en alguna parte minúscula de mi cerebro, pero siempre estuvo ahí hasta que comencé a convertirme en la persona que soy hoy en día, donde el agnosticismo rige mi vida y no hay lugar para reencarnaciones ni más allás ni creencias de ningún tipo. A día de hoy, he conseguido normalizar la muerte como un proceso certero e inevitable dentro de la propia vida y, tal y como ocurre con todo aquello que no puedo cambiar, lo asumo y lo acepto porque no me queda otra. Pero no me da miedo, en absoluto. Ya no.
Desde hace ya muchos años tengo la firme convicción (en realidad no es firme en absoluto, es simplemente lo que creo sin tener ningún dato empírico que lo demuestre) que cuando muera, mi Yo desaparecerá junto con mi cuerpo y ahí terminará todo para mí. En algún momento me pregunté hasta qué punto esta creencia era real o sólo un pensamiento ideal en mi cabeza que se mantendría puro en ella hasta que empezara a vivir en primera persona las enfermedades y las pérdidas de seres queridos. Y, cómo no podía ser de otra manera, con el tiempo llegaron las enfermedades y las pérdidas de gente cercana y, tal y como esperaba, las asumí, las viví con normalidad, y sintiendo la pena de la pérdida por supuesto, las acepté como algo natural.
Ya sólo me quedaba, para comprobar si mi aceptación de la muerte era real, vivir la enfermedad en primera persona y ésta ha llegado en el mejor momento de mi vida en una isla maravillosa de Indonesia.
Hace unas semanas y, después de más dos meses de ingresos y miles de pruebas en las que se estudiaban posibles ictus, tumores cerebrales etc y, pasando por diagnósticos variados y en ocasiones gravísimos como “mal de descompresión” y “enfermedad autoinmune” o menos graves como “protuberancias cervicales”, me diagnosticaron el que se supone que es mi problema: trombosis profunda en una pierna, y me informaron que ahora debía permanecer en reposo tomando anticoagulantes dado que el émbolo podía desprenderse y llegar a zonas como la cabeza, el corazón o los pulmones provocando la muerte.
Era la primera vez que me decían estás enferma y puedes morir. Había llegado el momento de sentir la muerte como una posibilidad que siempre ha estado ahí pero que de pronto aumenta sus probabilidades acercándose y persiguiéndote como en la peli “El lado oscuro del corazón” o con la que comienzas una partida de ajedrez como en “el séptimo sello”.
Y resulta que no tengo miedo.
No se ha encendido ningún interruptor en mi cerebro que haga que me replantee mi vida, quizás porque eso ya lo hice hace tiempo y tomé las decisiones necesarias al respecto.
Obviamente soy consciente de que si muriera, hay mucha gente que me quiere que lo pasaría mal, pero esto tampoco lo puedo controlar por lo que no me agobia. Cada persona tendrá que lidiar con ello de la mejor forma que sepa y pueda.
No quiero morir porque soy muy feliz en mi vida y tengo miles de proyectos en la cabeza que me encantaría desarrollar. En lo más profundo de mi ser, aunque sin ningún tipo de base científica, no creo que ésta sea la causa de mi futura muerte y espero que me queden muchos años de dar guerra.
2 comentarios sobre “Si muero mañana. Reflexión en el día de muertos”
Gran reflexión! Es verdad que la concepcion de La muerte en España nos transmite tristeza, angustia. Por eso hay que vivir al máximo y disfrutarla a tope!!! Cómo hacéis vosotros
Gracias guapa por el comentario. La verdad es que hasta que no te das cuenta que lo importante es vivir el presente, no empiezas a vivir de verdad; sin importarte otra cosa que ser feliz y hacer felices a quienes te rodean